El 2 de enero de 1994 me fui de viaje de intercambio a Alemania junto a muchos otros chicos de mi edad. Yo tenía entonces 16 años, el grunge estaba en el pico de la ola y yo era un fanático empedernido que tenía un closet lleno de camisas de franela a cuadros.
Dado que por esa época a Perú no iba ninguna banda interesante, lo primero que hice al llegar al aeropuerto de Frankfurt fue comprarme una Metal Hammer y pasar rápidamente las páginas hasta la sección conciertos para ver si tenía la suerte de enganchar algo decente durante mi estadía. Probablemente pasé por alto más de una banda que hoy en día iría a ver, pero en ese momento mi menú musical estaba compuesto casi exclusivamente por metal y grunge. Así, identifiqué rápidamente un concierto de Carcass y otro de Manowar en lugares muy cerca a donde me iba a tocar vivir, y, oh sorpresa, tocaba Nirvana en Munich, que quedaba a 8 horas en tren de donde iba a estar yo. "Listo, no me importa nada. Yo voy". Le dí el dinero de la entrada a un amigo que le había tocado vivir en Munich y le pedí que saque una entrada para mí. "No sé cómo haré, pero un par de días antes del concierto voy" le dije.
Estuve 2 meses en el pueblo en el que me tocó vivir, fuí a los conciertos de Carcass y Manowar y la pasé bomba. Igual era obvio que el plato fuerte sería Nirvana: estaban en su momento de apogeo, andaban de gira promocionando In utero que acababa de salir, y yo era muy fan. Así que cuando el momento de viajar se acercó, llamé a mi amigo (no existía internet aún) y me confirmó que habían conciertos el 1 y 2 de marzo, y que sacó entradas para el segundo día. Listo. "Nirvana, ahí vooooy!".
Después de una larga travesía que incluyó perder un par de trenes y consiguientemente llegar con mucho retraso a la estación de tren de Munich y tener que esperar a que mi amigo vuelva a buscarme, finalmente llegué a su casa y pude tener en mis manos mi entrada. El que comparte mi fanatismo por la música y los conciertos especialmente, lo sabe: tener una entrada en mano te da una sensación de tranquilidad única.
Llegó un amigo más que se armó el mismo plan que yo y salimos los tres a recorrer la ciudad. Tomamos cerveza, comimos Bratwurst con chuckrut, vimos un cartel que anunciaba a Soundgarden el 30 de Marzo promocionando el Superunknown (y nos quisimos matar porque para ese entonces ya estaríamos de vuelta en Lima) y nos dimos una vuelta por el lugar donde al día siguiente nos tocaría ver a Kurt Cobain y compañía. La cara de pelotudos emocionados que teníamos los tres era para un cuadro.
Dado que por esa época a Perú no iba ninguna banda interesante, lo primero que hice al llegar al aeropuerto de Frankfurt fue comprarme una Metal Hammer y pasar rápidamente las páginas hasta la sección conciertos para ver si tenía la suerte de enganchar algo decente durante mi estadía. Probablemente pasé por alto más de una banda que hoy en día iría a ver, pero en ese momento mi menú musical estaba compuesto casi exclusivamente por metal y grunge. Así, identifiqué rápidamente un concierto de Carcass y otro de Manowar en lugares muy cerca a donde me iba a tocar vivir, y, oh sorpresa, tocaba Nirvana en Munich, que quedaba a 8 horas en tren de donde iba a estar yo. "Listo, no me importa nada. Yo voy". Le dí el dinero de la entrada a un amigo que le había tocado vivir en Munich y le pedí que saque una entrada para mí. "No sé cómo haré, pero un par de días antes del concierto voy" le dije.
Estuve 2 meses en el pueblo en el que me tocó vivir, fuí a los conciertos de Carcass y Manowar y la pasé bomba. Igual era obvio que el plato fuerte sería Nirvana: estaban en su momento de apogeo, andaban de gira promocionando In utero que acababa de salir, y yo era muy fan. Así que cuando el momento de viajar se acercó, llamé a mi amigo (no existía internet aún) y me confirmó que habían conciertos el 1 y 2 de marzo, y que sacó entradas para el segundo día. Listo. "Nirvana, ahí vooooy!".
Después de una larga travesía que incluyó perder un par de trenes y consiguientemente llegar con mucho retraso a la estación de tren de Munich y tener que esperar a que mi amigo vuelva a buscarme, finalmente llegué a su casa y pude tener en mis manos mi entrada. El que comparte mi fanatismo por la música y los conciertos especialmente, lo sabe: tener una entrada en mano te da una sensación de tranquilidad única.
Llegó un amigo más que se armó el mismo plan que yo y salimos los tres a recorrer la ciudad. Tomamos cerveza, comimos Bratwurst con chuckrut, vimos un cartel que anunciaba a Soundgarden el 30 de Marzo promocionando el Superunknown (y nos quisimos matar porque para ese entonces ya estaríamos de vuelta en Lima) y nos dimos una vuelta por el lugar donde al día siguiente nos tocaría ver a Kurt Cobain y compañía. La cara de pelotudos emocionados que teníamos los tres era para un cuadro.
2 de Marzo. Llegó el día. Un breve repaso de mi situación en ese momento: yo era un chiquillo de 16 años, fanático del grunge, proveniente de un país al que no iba nadie a tocar, con una entrada para la banda más importante del momento en mis manos. No sé si a la fecha tuve otro pico de excitación que se le acerque.
No me acuerdo si fuimos en tren, colectivo, taxi o helicóptero. Sólo me acuerdo de los tres acercándonos a la entrada del lugar, comprándonos las respectivas camisetas con todas las fechas de la gira, con una sonrisa más amplia que la del guasón. De pronto la cara de uno (el que hablaba mejor alemán de los tres) cambió drásticamente. "Nirvana fällt aus" decía en un cartel. "Qué mierda significa fällt aus?" le pregunté.
No me acuerdo si fuimos en tren, colectivo, taxi o helicóptero. Sólo me acuerdo de los tres acercándonos a la entrada del lugar, comprándonos las respectivas camisetas con todas las fechas de la gira, con una sonrisa más amplia que la del guasón. De pronto la cara de uno (el que hablaba mejor alemán de los tres) cambió drásticamente. "Nirvana fällt aus" decía en un cartel. "Qué mierda significa fällt aus?" le pregunté.
No lloré con el último capítulo de Los años maravillosos, y no iba a llorar en ese momento, pero casi. Buscamos explicaciones, pero no las hubieron. No había concierto y punto, nos jodimos.
Imagínate vivir en una isla desierta durante 16 años, sin sexo, y el día que finalmente llegas a la civilización y estás a punto de ponerla, el cabarulo te cierra la puerta en la cara. Esa era la sensación. Descargué un poco de mi furia a través de gritos histéricos hacia mi amigo que compró entradas para el segundo y no el primer concierto (el del 1 de marzo, que sí tuvo lugar), pero no fue suficiente. Frustración total.
Al día siguiente me reembolzaron el valor de mi entrada (primer mundo chicos, acá la plata no la vería en un par de semanas por lo menos), y me subí al tren de vuelta a mi pueblo. Estaba más tranquilo, pero no podía creer mi mala suerte. Y si pensaba que eso era mala suerte, lo que vendría después no tiene nombre.
Un par de días antes de volver a Perú, me entero por el diario que Cobain había mezclado unas pastillas con champagne la noche después del concierto del 1 de marzo y tuvo una sobredosis (el muy hijo de puta tenía todo el año para drogarse a sus anchas y justo se viene a pasar de vueltas el día de MI concierto!!!!). En ese momento dije: "Ojalá que se muera este hijo de su madre". Y 2 semanas después, adivinen qué.
Imagínate vivir en una isla desierta durante 16 años, sin sexo, y el día que finalmente llegas a la civilización y estás a punto de ponerla, el cabarulo te cierra la puerta en la cara. Esa era la sensación. Descargué un poco de mi furia a través de gritos histéricos hacia mi amigo que compró entradas para el segundo y no el primer concierto (el del 1 de marzo, que sí tuvo lugar), pero no fue suficiente. Frustración total.
Al día siguiente me reembolzaron el valor de mi entrada (primer mundo chicos, acá la plata no la vería en un par de semanas por lo menos), y me subí al tren de vuelta a mi pueblo. Estaba más tranquilo, pero no podía creer mi mala suerte. Y si pensaba que eso era mala suerte, lo que vendría después no tiene nombre.
Un par de días antes de volver a Perú, me entero por el diario que Cobain había mezclado unas pastillas con champagne la noche después del concierto del 1 de marzo y tuvo una sobredosis (el muy hijo de puta tenía todo el año para drogarse a sus anchas y justo se viene a pasar de vueltas el día de MI concierto!!!!). En ese momento dije: "Ojalá que se muera este hijo de su madre". Y 2 semanas después, adivinen qué.
Sip. Yo maté a Kurt Cobain.
Sisi, un bajón, qué tristeza, el ícono de una generación, era tan joven, tenía una hijita, blablabla. Pero acá viene lo que realmente fue terrible para mí: el último concierto de Nirvana había sido el 1 de marzo en Munich. En otras palabras, si mi amiguito (en este punto voy a revelar su identidad: Michael Spitzer, el que está en el medio en la fotito con las entradas, actual cantante de Gaia, y en aquella época también conocido como "el primo Larry") hubiera atinado a comprar entradas para el primer concierto, hubiéramos asistido al último concierto de la historia de Nirvana.
Esto es una parte de lo que me perdí.
Sisi, un bajón, qué tristeza, el ícono de una generación, era tan joven, tenía una hijita, blablabla. Pero acá viene lo que realmente fue terrible para mí: el último concierto de Nirvana había sido el 1 de marzo en Munich. En otras palabras, si mi amiguito (en este punto voy a revelar su identidad: Michael Spitzer, el que está en el medio en la fotito con las entradas, actual cantante de Gaia, y en aquella época también conocido como "el primo Larry") hubiera atinado a comprar entradas para el primer concierto, hubiéramos asistido al último concierto de la historia de Nirvana.
Esto es una parte de lo que me perdí.
Con tanta mala suerte, no entiendo cómo 15 años después todavía no me cayó un rayo encima. Debe estar por venir, así que si me ves por la calle te recomiendo que te pases a la vereda de en frente.